martes, 4 de junio de 2013

A CIEN REVOLUCIONES POR MUJER
Un libro-arte-correo-e
(2011-2012) 

Fragmentos del texto de presentaciòn del libro, y de interiores del libro.
El título de este texto corresponde a un libro de artista, un libro de artista colectivo, realizado gracias a las voluntades sumadas de 12 artistas participantes, una coordinación, y la atinada pluma de Mónica Mayer, quien atentamente escribió la presentación.

Este libro de artista fue elaborado por medio del arte-correo en su versión electrónica, o sea por e-mail. Para enmarcar por qué es trascendente el soporte y medio que elegimos para este proyecto, me remontaré brevemente a la historia de la neográfica o -gráfica digital, como también se le conoce-, así como al concepto “Libro de artista”.

El español José Emilio Antón explica: el libro de artista es una obra realizada en su mayor parte o en su totalidad por un artista plástico. Se puede definir como un soporte más, “como un lienzo para el pintor o como la piedra o el bronce para el escultor”, pero sus especiales características hacen de él un medio con más posibilidades, ya que se pueden mezclar procedimientos artísticos y plásticos tradicionales con innovadores. Puede emplear todas las técnicas artísticas posibles desde el óleo hasta la electrografía, o la conjunción de varias de ellas.

Puede ser ejemplar único o seriado. Este último utiliza las más diversas técnicas de
reproducción, desde la repetición manual a la serigrafía, la litografía, la linografía, el aguafuerte, la xilografía, el offset, la electrografía, impresoras de ordenador, etc...; pero siempre controladas por el propio artista. Otras posibilidades es la edición del libro por una editorial especializada en libros de artista.

Nosotros elegimos editarnos nosotros mismos vía electrografía.

Este término –electrografía- es el vocablo acuñado para especificar a la modalidad artística que consiste en emplear instrumentos eléctricos y mecánicos para la producción de obras artísticas. En su mayor parte se refiere al uso de la fotocopiadora como instrumento base para el trabajo creativo, aunque también se puede referir al trabajo con faxes e impresoras de maduros o planos arquitectónicos, y más recientemente a las imágenes diseñadas o modificadas por computadora y reproducidas por sistemas relacionados a éstas.

Aunque la primera fotocopiadora se inventó en 1938, es hasta los años 60 del siglo XX que los artistas comienzan a servirse de este medio para sus propuestas estéticas, un tanto por experimentar, y otro tanto por utilizar este instrumento de reproducción rápido y económico que permite a los artistas distribuir sus obras sin depender de las industrias de artes gráficas.

Esta facilidad y accesibilidad para  reproducir obra llevó a artistas norteamericanos, encabezados por Ray Jonson, a concebir el movimiento Mail Art o arte-correo. El uso de la fotocopia permite a Jonson y seguidores del movimiento confeccionar todas sus cartas artísticas, reproducirlas y enviar un ejemplar a cada uno de sus contactos (algo como lo que hacemos ahora por e-mail, pero en fotocopia, y con timbre postal), e incluso diseñar sus propios sellos. Artistas como Andy Warhol, David Hockney y Robert Raushemberg comenzaron a incorporar herramientas electrográficas en sus obras, lo que inmediatamente brindó a la electrografía el pasaporte de nobleza de la mano de artistas tan consagrados.

Pronto, el arte por correspondencia y la electrografía cruzaría fronteras y océanos, y circularía en Europa, así como en México y Latinoamérica, países donde fue utilizada por los artistas de las décadas sesenta y setenta como arma de denuncia política. En nuestro país, a esta tecnología se le conoció también como Neográfica, y diversos colectivos de jóvenes artistas, al advertir sus cualidades y posibilidades, la integraron a sus proyectos y discursos, entonces como ahora (por ejemplo toda la gráfica generada en calcos o stikers alrededor del levantamiento armado del EZLN, o los también anónimos stikers apoyando a López Obrador durante el proceso de desafuero que todos recordamos).

 En los años más recientes, la electrografía permanece entre las preferencias de artistas, galeristas, museógrafos y compradores. Esto es, la electrografía además de tener una vida en las calles, también ha sido cultivada para recintos y especialistas. Varias convocatorias recientes de estampa la contemplan entre las técnicas que aceptan e incluso premiarían en sus concursos.

En consecuencia de la abundantísima producción, fue necesaria la constitución de archivos y museos consagrados al almacenaje y conservación de las numerosísimas piezas electrográficas, como el Centre de Copy-Art, creado en Montreal (Canadá) por Jacques Charbonneau, o el Museo Internacional de la Electrografía (MIDE), de la Universidad de Castilla-La Mancha, inaugurado en 1990 en Cuenca, España.

Así pues, se trata de un libro de artista impulsado por correo electrónico, convirtiéndolo en arte-correo; al ser este el medio de mantenernos en contacto para este fin, es natural que tome forma física en impresión láser o en fotocopia.

Sobre el tema, se convocó a artistas a participar con de 1 a 3 imágenes sobre la situación de las mujeres en nuestra contemporaneidad: social, económica, política, de género, cultural y/o biológica. También se les explicó que no enviaran obra con contenido sexual o erótico: no porque nos disgusten las manifestaciones del erotismo, sino para explorar otras posibilidades de del ser femenino, ya que las mujeres no sólo somos desnudos recostados. De este modo se les invitó a reflexionar en conjuntos acerca del universo femenino en nuestros días. Asimismo, se les exhortó a no enviar imágenes de contenido sexista o cualquier forma de discriminación.

A esta invitación respondieron 9 mujeres y tres hombres; y, siendo la mayoría mujeres, el tema tomo visos de personal. Ellos y ellas son:

Claudia Gónzález, Sergio Romero,
Carmen Caballero, Laura Anlleu,
Brenda Masselin, Cynthia León,
Amaranta Caballero, Hortensia Aguilera,
Tabea Huth, Rogelio Azcárraga,
Gonzalo Carreño, Nancy Gracida
y esta servidora, quien ademàs coordina la elaboración de este libro.

Estos artistas que aceptaron la invitación gozan de solvencia técnica y discursiva, y acompañados de su personal mirada atisbamos una pequeña porción de los universos femeninos, como en el vagón de mujeres del metro del DF dedicadas al ritual matutino de embellecerse, según nos muestra puntualmente Claudia González; mujeres ejerciendo diversos oficios, como policías o violinistas, y aun viandantes con discapacidad, retratadas por Sergio Romero Delgado, salen a las calles para vivir libres de cualquier estereotipo. Biológicamente aptas para procrear, socialmente educadas para la crianza, y emocionalmente capaces para generar lazos perdurables tales como la familia, nos lo recuerdan Brenda Masselin en su dibujo, Carmen Caballero Prado con su exacta Mujeres en comunidades mayas, y Laura Anlleu con su fotografía Abuela.

También habitan el último vagón de un tren que avanza, según nos muestra Cynthia León en un retrato de Martha Alicia González Negrete, poeta desaparecida prematuramente (y quien a su vez, en su propia reflexión, publicó “Menstruario”). La también poeta Amaranta Caballero se pregunta “¿por qué las mujeres pudiendo volar bajamos a veces a comer migajas?”. Para Hortensia Aguilera, aquello que hace a una dama Alucinada llega a ser en sí misma la intensidad de la vida. Incluso, son sólo cuerpos que el consumismo y el
mercado se encargarán de vestir, observa Tabea Huth en su imagen Acéfalas.

Las mujeres, en fin, aún en este siglo XXI llevan sobre sus espaldas la ardua carga del trabajo invisible del hogar, y sus sueños, en tanto que personas, constantemente están en el lindero entre lo posible y el carajo, como muestra Mayra León en sus imágenes; asimismo según ella misma, cuando Toqué tierra, no hubo más opción que seguir adelante.

Las mujeres son seres de quiénes enamorarse, y encarnan a la Reyna de Corazones, como en la litografía de Rogelio Azcárraga; contienen en sí mismas el motivo del deseo, como en la Mordida manzana, e incluso, cuando se van, dan ganas de mandarlas muy lejos, como en Santa María la Chingada, de Gonzalo BCarreño.

Finalmente, a través del bordado, las mujeres han dado cuenta de sí mismas y de sus raíces. Nancy Gracida retoma este oficio femenino y con su caligrafía personal recrea pasajes íntimos en su mantel que es a la vez ofrenda y vínculo con sus afectos, haciendo de éste un testimonio de su vida así como lo hacen en sus bordados mujeres en comunidades indígenas de nuestro país, lo que en la pieza de Gracida se convierte en homenaje a este oficio femenino.

Este es el conjunto de obra y autores cómplices de esta aventura, a quienes agradezco profundamente el haber creído en este proyecto. Igualmente agradezco a Mónica Mayer su apoyo solidario al escribir la nota de presentación para este libro.


Muchas gracias.

Mayra León, Ciudad de México, marzo de 2012.


"A cien revoluciones por mujer", 
aspectos de interiores del libro.



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